Prof. Mauro Labanca:“La pasión debe guiarnos siempre”
Prof. Mauro Labanca
El profesor Mauro Labanca es italiano y dirige desde hace 32 años una consulta privada en la ciudad de Milán. Es licenciado en Medicina, es especialista en Cirugía y en Odontoestomatología, fue durante muchos años Profesor de Cirugía Oral y ahora es Profesor de Anatomía en el curso de Grado en Medicina.
Según sus propias palabras, tanto su práctica profesional como su vida personal se rigen por el lema “do it with passion”, hazlo con pasión.
¿Qué le ha aportado su experiencia como médico y cirujano a su práctica profesional como odontólogo?
Buenos días a todos. Como ha precisado usted, comencé mi recorrido profesional como médico cirujano y me especialicé en cirugía general y en estomatología, lo cual significa que no trato a mis pacientes desde un punto de vista puramente odontológico, sino con un enfoque médico integral, que me permite comprender las exigencias de mis pacientes más allá de un problema dental específico.
Durante el desempeño de mi labor profesional he intentado introducir en el campo odontológico ciertos conceptos quirúrgicos que son fruto de mis años de experiencia en cirugía de urgencias. La medicina, por cierto, me ha aportado también una dosis grande de pasión por lo que hago. Creo que la pasión es fundamental para cualquier trabajo y que debe guiarnos siempre, tanto en lo humano como en el ámbito profesional.
Albert Einstein dijo: “Se ha vuelto terriblemente obvio que nuestra tecnología ha superado nuestra humanidad”. ¿Qué cambios ha producido en usted y su ámbito profesional el desarrollo tecnológico de estas últimas tres décadas?
Una infinidad de cambios. Muchos aspectos de la práctica de la cirugía y la odontología eran diferentes cuando empecé a trabajar, sobre todo si las comparamos con lo que sucede en este presente tecnológico. Basta con pensar en la cirugía general, que antes se hacía con grandes incisiones y que hoy en día se resuelve muchas veces con cirugía endoscópica. La odontología, se sabe, es una disciplina muy tecnológica que ha vivido de manera muy intensa este continuo cambio. Cuando yo empecé, ciertas técnicas que hoy son comunes, como la GBR, estaban en la fase del desarrollo, comprensión y definición. Sucesivamente, la tecnología y los procedimientos odontológicos han vivido una fase de consolidación de resultados, que antes solo algunos estudiosos podían conseguir.
Hoy vivimos una fase de aplicación clínica. Así es que, en la actualidad, un dentista normal puede hacer cosas que antes solo podía hacer un cirujano experto, lo cual supone, claro está, una gran ventaja. Sin embargo, estoy absolutamente de acuerdo con Albert Einstein (que es mi referencia y cuyas frases cuelgan de las paredes de mi despacho) cuando dice que «se ha vuelto terriblemente obvio que nuestra tecnología ha superado nuestra humanidad» y creo que es muy importante hacer hincapié en un aspecto que la frase destaca. Por eso, yo les enseño a mis estudiantes algo que considero que es extremadamente crucial y en lo que creo mucho: nosotros trabajamos con el microscopio y con aumentos, pero de vez en cuando tenemos que dejar de lado los aumentos y mirar al paciente en su globalidad. Solo así conseguiremos tener siempre la humanidad en el centro de nuestro tratamiento tecnológico.
¿Qué podría decirnos acerca de su larga experiencia como usuario de la piezocirugía?
Conocí la piezocirugía al comienzo de su historia, hace ya un par de décadas, gracias a mi amistad con el profesor Vercellotti. Creo, también, que fui de los primeros en probarla, utilizarla y llevar a cabo estudios comparados, para ver y entender qué beneficios y ventajas podía aportar la piezocirugía en la práctica cotidiana. Pero no acaba allí mi vínculo: hace diez años escribí la primera y quizás única reseña sobre la piezocirugía en los veinte años de su uso, y en mi libro de próxima publicación intentaré explicar un concepto fundamental: no todo lo que vibra es piezocirugía. Hay que entender muy bien lo que hay detrás de este mundo para poder ver y apreciar sus verdaderas ventajas y los grandes beneficios que les puede brindar esta herramienta tanto a quien opera con el dispositivo como al paciente, a fin de lograr una intervención más segura, más tranquila y menos dolorosa.
«Me gustaría ser valiente, pero mi dentista asegura que no lo soy», dijo Borges una vez. ¿Cree usted que la experiencia que proporciona la piezocirugía ayudaría al escritor a recobrar su valor perdido?
La piezocirugía nos ofrece una gran ayuda, pero es deber del cirujano saber comprenderla y aplicarla de la mejor manera posible. Una de las cosas que enseño y me gusta compartir en cualquier parte del mundo es el concepto de pain management. Hay una gran diferencia entre pain control y pain management. Pain control significa hacer bien la anestesia para que el paciente no sienta dolor. Pain management, en cambio, significa controlar todas las expresiones en torno al dolor, que no son solo físicas sino también psicológicas, y que a veces se manifiestan antes de percibir dolor alguno. Tenemos conocimientos, instrumentos y suficientes técnicas de comunicación y de comprensión de las exigencias del paciente, para hacer que nuestros procedimientos ya no sean dolorosos. Creo que, ahora más que nunca, es momento de contradecir a Borges y de decir que ir al dentista ya no debe ser sinónimo de dolor.
Desde su rol de formador ¿Qué aspecto de la piezocirugía considera usted, que entusiasma más a quienes se inician en los cursos?
Como decía antes, empecé a usar la piezocirugía hace más de veinte años. Todavía recuerdo mi perplejidad inicial, porque era muy difícil creer en el concepto en que se basa. Hoy en día, todos conocemos las ventajas que conlleva, pero es que han pasado más de veinte años. Recuerdo muy bien que, cuando me explicaron que había una máquina que cortaba el hueso pero no tocaba los tejidos blandos, me dije que aquello era sin duda «otro truco de la industria para robarles dinero a los dentistas». He tenido que retractarme. Todos estos años me han demostrado que, en realidad, la piezocirugía ofrece grandes ventajas. Es difícil comprenderlas y explicarlas, y también venderlas.
La piezocirugía hace más fácil y menos traumatizante un procedimiento que siempre se ha llevado a cabo de otras maneras. No incorpora un procedimiento nuevo pero hace mejor lo que ya se hacía y, por lo tanto, mejora al dentista y su manera de trabajar y modifica el modo en que el paciente percibe el trabajo. Hay que tener siempre en mente que nuestros pacientes, una vez que salen de las consultas, nos juzgan más o menos buenos a partir de una sola consideración: la cantidad de dolor que han percibido. No basan su juicio ni en la calidad del implante, ni en el biomaterial que usamos, ni en nuestra habilidad para aplicar la técnica quirúrgica. Su comentario siempre es algo así como: «no me ha hecho daño, es un buen dentista».
¿Se atreve a dar aquí algunos consejos a quienes estén interesados en trabajar con la piezocirugía?
Pues sí. Repetiré los dos consejos que doy siempre a los que empiezan con la piezocirugía y compran el equipo. El primero, es que tengan el equipo siempre a punto y accesible. Conozco a muchos compañeros que han comprado un aparato de piezocirugía, lo han dejado en un rincón y no lo han usado mucho. En el pasado, muchas veces me ha ocurrido al empezar un procedimiento rutinario -digamos, una extracción- que luego se complicó, mirar el equipo, sentir que él me miraba a mí y pensar que habría podido usarlo si hubiera estado listo. Mi consejo para todos es que cada mañana, cuando entres en la consulta, le pidas siempre a tus asistentes que tengan siempre el equipo preparado, a fin de estar listos para cualquier situación inesperada que la jornada te pueda presentar. Uno de los errores más graves entre mis compañeros consiste en creer que la piezocirugía es solo útil para los procedimientos quirúrgicos avanzados, complejos y difíciles.
Claro que es muy útil en dichos casos, pero lo cierto es que la piezocirugía nos puede cambiar la vida en la labor de todos los días, incluso si la usamos para algo tan simple con una extracción, pues es una herramienta quirúrgica de gran precisión que nos permite llevar a cabo procedimientos quirúrgicos menos invasivos, ser más respetuosos con la biología del paciente y estar más atentos a sus necesidades específicas. En las clases que doy en la facultad de medicina, enseño a mis estudiantes que deben respetar la anatomía del cuerpo humano si desean obtener una buena respuesta por parte del paciente.
¿No le parece que su concepto de gestión del dolor aporta un valor que va más allá de una consulta médica y que se extiende a otros campos?
¡Vaya! ¡Esta pregunta es realmente válida e importante, no solamente como odontólogo, sino también en la vida cotidiana! Como odontólogo, una de las cosas que enseño cuando hablo de pain management es la capacidad de gestionar la sesión con los pacientes que son ansiosos y fóbicos. La psiquiatría nos enseña que un paciente fóbico renuncia a curarse hoy, a pesar de saber que esta renuncia le provocará un dolor más fuerte mañana. Es decir, el fóbico acepta el riesgo del dolor mañana con tal de no sufrirlo hoy. Esto ocurre también en la vida, donde muy a menudo evitamos enfrentarnos con los problemas que nos acucian, porque no queremos sufrir.
Queda claro que tenemos que aprender a gestionar estas cosas tanto en nuestra vida cotidiana como en nuestro papel de profesionales sanitarios, si es que queremos ayudar al paciente a entender este aspecto profundo y psicológico que marca la diferencia. En nuestra práctica cotidiana, a menudo es más crítico hacerle entender al paciente la importancia de nuestro tratamiento que el tratamiento mismo.
¿Le gustaría aprovechar el cierre de esta entrevista para dejar un mensaje a sus colegas?
Sí, claro, muchas gracias. Mi mensaje, que vale tanto para las nuevas generaciones de odontólogos como para los compañeros menos jóvenes que siguen teniendo ganas de poner en juego lo mejor de sí mismos —porque nunca hay que dejar de poner lo mejor de cada uno en juego— es este: nunca dejéis de buscar información. Nuestro oficio es muy bello, pero mientras que Freud solamente necesitaba un sofá y su capacidad mental para demostrar sus competencias, nosotros necesitamos materiales, medios e instrumentos. Nuestro deber es estar siempre atentos a lo que el mercado nos propone y acoger sus propuestas, pero también ser capaces de analizarlas con la atención de un científico, es decir, una persona que hace ciencia. Debemos entender lo que es verdadero y lo que es falso, para saber adquirir cada día los conocimientos realmente importantes y estar así a la altura de nuestros pacientes, que son, al fin y al cabo, quienes nos valoran cada día no solo desde lo económico, sino desde la confianza. Tenemos la obligación de no traicionar esa confianza.
!Muchas gracias!